Este elevada Ermita se ve desde casi todos los rincones del Valle de Lecrín y sus alrededores y como es natural en anteriores viajes había llamado mi atención y hoy le ha llegado el día.
Llegamo a Pinos del Valle después de cruzar el embalse de Beznar y aparcamos junto al lavadero. Nos recibe un generoso manantial del cual abusamos por el fuerte calor que hace.
La subida a la Ermita es un camino con infinidad de curvas las cuales vamos compaginando con gran cantidad de plantas aromáticas de todas clases.
A las pocas curvas aparecen padre e hijo con dos mulos cargados de troncos de pinos que arrastran los animales ladera abajo con grandes dificultades. Llegan abajo los descargan y se se suben en los mulos para regresar un poco más arriba de donde estaban antes y volver a cargarlos.
Dejamos atrás a los mulos con su trabajo y vamos cojiendo altura, sopla el viento cada vez más fuerte, viento cálido de Levante y cuando los pinos van clareando aparece en lo más alto la blanca Ermita del Cristo del Zapato.
Desde aquí arriba se domina todo el valle y enfrente tenemos el Pico del Caballo, todavía con un poco de manto blanco y pié el embalse de Béznar con varios pueblos rodeandolo.
La Ermita es muy pequeña pero la cruz que la remata y la roca donde se asienta son tan blancas que dan la nota desde mucha distancia.
El descenso lo hacemos paseando hasta encontrar a los mulos que siguen con sus leños, saludamos a sus
dueños y nos encaramos hasta el lavadero para empaparnos de agua clara.
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